Kamouraska por la noche
- Marianne Drapeau
- 27 juil. 2020
- 1 min de lecture
Dernière mise à jour : 10 sept. 2020
El reloj suena una vez, la vez que marca la primera hora de la mañana. Fuera, al interior de las tierras, el atmosphera está cargado de iodo. Sobre la piel se pega una humedad fresca y salada. La marea está baja a esta hora de la noche. La cama del río está desnuda y no hay nadie para verlo. Es una noche sin luna, sin estrella, sin viento. Exhala de su espalda de arcilla acuosa el olor del varech que se extiende entre los surcos de algas huérfanas abandonadas por el agua en la orilla.

Es como estar en el mar sin serlo. Hasta el eco de esta noche sin nada, vacía, es un eco acostumbrado, un eco parecido a un recuerdo donde se entiende el rugido de las olas y su lejano balanceo. Es un espejismo auditivo al asociar el efluvio con la canción. Porque se puede oler, uno piensa oírlo, el mar….
Hay un velo espeso de niebla sobre los campos, la naturaleza está dormida y si no fuera de que las polillas nocturnas pasan y repasan entre la impression de los mundos, habría solo yo para asistir al espectáculo irreal que supone el invisible perfume del río.
© Kamouraska por la noche, texto y foto de Marianne Drapeau
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